¿Qué vale la vida si nos ocupamos solo de las apariencias? El consuelo viene, no a los ojos, sino al corazón que sigue a aquel Espíritu grande y luminoso a la región de los vivos. Allí debemos dirigir siempre nuestras pupilas, allí, donde la luz no se apagará jamás.
(San Juan XXIII)
Feliz día del Señor. Celina