¿Por qué Dios habrá querido sufrir, siendo Él el dueño de la felicidad eterna? Tremenda paradoja: llegar a ser feliz sin renunciar al llanto. Dejar que las lágrimas abran los surcos más profundos en mi espíritu, donde habrá de florecer la cosecha de mis más felices realizaciones, de mis más definitivos gozos, de mis más audaces sueños. Ser semejante a Cristo que sufre mucho porque ama mucho, y no puede separar sus lágrimas de su amor.
(Antonio López Baeza)
Feliz día del Señor. Celina