La fe, celeste promesa,
llena de sutil fragancia
que desde mi tierna infancia
a Jesucristo confiesa.
Dentro del alma va impresa,
la llevo en el corazón:
es el divino aguijón
que está clavado en mi pecho.
Y aunque el sendero es estrecho,
es la fe mi salvación.
A pesar de haber cumplido
más de ochenta y cinco años,
no pueden los desengaños
hablar de haberme vencido.
Nunca seré un descreído
ni un cristiano desleal.
Ya en la pila bautismal
me infundió el sagrado rito
la fe, ese don gratuito,
un regalo celestial.
(José María Zandueta)
Feliz día del Señor. Celina