No sé qué tienen las palabras de algunos hombres: suenan a falso, lo mismo que cuando se oye rebotar una moneda de plomo. Cuanto más aseguran su benevolencia, menos se puede creer en ella, y a medida que las promesas generosas van saliendo de sus labios, más se siente la obligación de resguardarse. Huye del rostro de estos, lo mismo que de los riscos mortales que laten bajo las aguas tranquilas. Tú habla noblemente como manda Él: «Sí, sí. No, no». Y que la lealtad de tus obras siga a la de tus palabras, como el sol radiante sigue a la claridad de la aurora.
(Manuel Marín Triana)
Feliz día del Señor. Celina