El alma soberbia quiere agradar en presencia de los hombres; el alma humilde quiere agradar en lo secreto, donde Dios ve, de modo que, si agradare con su buena obra a los hombres, felicita a esos a quienes agrada la buena obra, no a sí misma, a la que debe bastar haber hecho la buena obra.
(San Agustín)
Feliz día del Señor. Celina