«El Señor es mi pastor, nada me falta» (Salmo 23). Si el Señor es el pastor, ni siquiera en el desierto disminuye la certeza de una presencia radical de vida. El pastor se preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus ritmos y exigencias a los de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos adecuados para ellas, atendiendo a necesidades de ellas y no a las suyas propias. Su prioridad es la seguridad de su rebaño, y es lo que busca al guiarlo. (Benedicto XVI)
Feliz Domingo del Buen Pastor. Celina